Cuando cumples 21 empiezas a salir de los 20’s para adentrarte cada vez más en un mundo que luce oscuro y extraño: Los 30, edad en la que, según la sociedad, ya debes estar convertido en un adulto al 100%, además de lo traumático que puede ser este cambio a nivel psicológico, a la vida no le basta, tenemos encima también, un montón de cambios físicos como la pérdida de cabello, aparición de arrugas y guayabo extremo, por no mencionar más pues las mencionaremos a continuación en detalle.

Falta de memoria ocasional

Cada vez es más común encontrarte a ti mismo en mitad de la cocina preguntándote ¿Para qué vine?.

Pérdida de cabello

En la almohada, en el lava manos, ya te da miedo peinarte porque el cabello aparece en todos lados. Comienzas a pensar en tus antepasados y te preguntas si serás como ese tío gordo y calvo que casi nunca ves.

Aparición de arrugas

Esto no estaba aquí, ¿me estoy volviendo viejo?

Pérdida de agudeza visual

Ruegas al cielo que usar gafas te haga ver interesante.

Resacas fatales

Las fiestas de 3 días con tus amigos se han quedado en el pasado, si sales y te tomas un par de tragos, amaneces al día siguiente sintiéndote cercano a la muerte. Cada vez es más frecuente la promesa de “No volveré a tomar”.

Aumento de peso y lentitud

Sin contar que ya no puedes comer tanto dulce como antes (si no quieres ganarte un dolor de cabeza), engordas sin razón y sientes que no tienes energía para pasar todo el domingo jugando futbol con tus amigos.

Si te sientes identificado con algunas de estas situaciones, no te preocupes, estos cambios son habituales en el cuerpo humano entre los 20 y los 30 años, no te centres en pensar en que estás envejeciendo, pues realmente lo que te mantendrá joven es tu actitud frente a la vida.

Sabemos que no es prudente exponerte a los mismos excesos a los que te aventurabas hace 5 años, estos cambios son tu llamado a un estilo de vida más sano y amigable contigo mismo. Ten en cuenta que muchas de estas situaciones se pueden solucionar de manera permanente y no representan un problema mayor, ¡ánimo! que a los 30 empieza lo bueno.

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